© Milena Quintanilla |
Y me malacostumbré a dormir tarde, a necesitar esa taza de café arábigo ardiendo todas las mañanas.
He echado tantas horas frente a este ordenador que a veces creo que me entiende y hace que escribir sea más fácil. Parece que las palabras fluyeran. O quizás sea porque estoy enamorada. O no.
Me malacostumbré a necesitarle, a necesitar sus besos, sus caricias, sus susurros al oído.
Me malacostumbré a esa sonrisa, a juntar los dos colchones individuales cuando venías, a acurrucarme en tus brazos cuando tenía alguna pesadilla y me levantaba entre sollozos, a caminar por los parques de Cartagena cuando el sol estaba por caer, a poner dos tazas de té en la mesa... Me he malacostumbrado a tantas cosas junto a ti que me pregunto que será de mí cuando la costumbre permanezca pero tu ya no.
Mila